lunes, 21 de junio de 2010

¿Para qué sirvió la apertura comercial?


Amigos: En este texto del Profesor de la Unicaribe, Vidal Ibarra Puig encontraremos algunas respuestas a las inquietudes discutidas la semana pasada en clase. Veamos:


¿Para qué sirvió la apertura comercial?


Por Vidal Ibarra el 15 de Junio de 2010.


La apertura comercial de México comenzó formalmente en 1986 (hace 24 años), cuando nos incorporamos al entonces GATT (siglas en inglés del Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio, con sede en Suiza). Previo a dicho año, México había iniciado un proceso unilateral de disminución de sus aranceles (impuestos a la importación), con dos objetivos primarios: que entraran productos baratos del exterior y en consecuencia frenar la inflación que se vivía en aquellas épocas, así como conseguir insumos más baratos del exterior, con el fin de producir con costos más bajos y reforzar la tendencia a la baja en los precios.
La economía no está creciendo a todo su potencial, lo cual se puede verificar por la cantidad de mano de obra en la economía informal o desempleada, o por la capacidad ociosa de las fábricas; o más aún, por los locales desocupados incluso en nuestro Cancún.
Sin embargo, los resultados no eran los esperados: algunos de ustedes recordarán que en 1986 la inflación oficial fue de 105.7 por ciento y para 1987 aumentó a 159.2 por ciento; por su parte el dólar había pasado de 210 pesos por dólar en enero de 1985, a 2 mil 225 pesos por dólar a diciembre de 1987 (una devaluación de casi el mil por ciento, nada más). Para acabarla de amolar, en octubre de 1987 se cayó la bolsa (el día 19, para ser exactos, aunque muchos que jugaron sus dineros en esas fechas nunca lo olvidarán), no sólo en México sino que, por efecto de una cada vez mayor globalización, se cayeron prácticamente todas las bolsas de los demás países.

Cuando en 1988 el doctor Salinas de Gortari tomó el poder, lo que hizo fue una estrategia de estabilización por dos vías: devaluación anunciada anticipada del tipo de cambio (“anclaje” del tipo de cambio, dirían los economistas) y apertura más agresiva de la economía para reforzar la entrada de productos e insumos más baratos. Al mismo tiempo se esperaba que la entrada de estos productos estimulara la competencia en México pues las empresas deberían de producir con mejor calidad ante la amenaza de perder mercado con sus competidores provenientes del extranjero, ya sea como proveedores de bienes intermedios o como productores de consumo final. La coronación de esta estrategia fue la firma y puesta en marcha del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, el cual no formaba parte de su estrategia original, sino que lo propuso hasta 1990. A partir de esa fecha, la apertura comercial y a la inversión extranjera en sectores antes reservados a los mexicanos o al Estado, así como la privatización de empresas públicas, formaron parte de las reformas estructurales de primera generación que se dieron en el país.


Los logros del proceso de apertura están a la vista: inflación controlada, la inversión extranjera captada por México de 1994 a 2009 ha sido del orden de 277 mil 175 millones de dólares; tenemos una de las economías más abiertas del mundo, lo cual recíprocamente abre el mercado mundial a los productos mexicanos; las exportaciones petroleras representan menos del 20 por ciento de las exportaciones (contra el casi 70 por ciento que llegaron a representar en los ochentas), pero algo está fallando. La economía no está creciendo a todo su potencial, lo cual se puede verificar por la cantidad de mano de obra en la economía informal o desempleada, o por la capacidad ociosa de las fábricas; o más aún, por los locales desocupados incluso en nuestro Cancún.


Desde 1994, los sucesivos gobiernos han continuado con las políticas de apertura, pero no han profundizado en las reformas estructurales de segunda generación, las cuales son importantes dadas las fuertes distorsiones actuales: la pobreza no ha disminuido; el desarrollo regional se ha concentrado en los estados del norte del país (salvo honrosas excepciones como lo es nuestro estado); tenemos un bajísimo indicador de productividad; el rezago educativo no ha sido superado; y la inversión en desarrollo y tecnología es la más baja de los países de la OCDE.


Dentro de estas reformas de segunda generación, la más importante de ellas es la reforma fiscal (en nuestra colaboración anterior hablamos de ella); otro gran pendiente es la infraestructura; de igual manera, el surgimiento de estructuras oligopólicas en los mercados tanto de bienes como de servicios, están frenando el desarrollo. El secretario general de la OCDE, ha señalado por ejemplo que aproximadamente un tercio del gasto familiar en el país se destina a mercados con problemas de competencia y esto, señala, reduce el bienestar del consumidor en un 40 por ciento; la situación se vuelve peor cuando se verifica que el 10% de la población más pobre gasta el 38 por ciento de sus ingresos en mercados altamente concentrados.


Son necesarias las reformas de segunda generación como las mencionadas, pero igual de importante es un ajuste al modelo de desarrollo: se le sigue apostando a la competitividad a través de la mano de obra barata y esta situación está en la base de nuestro fracaso. China, Corea y otros países pasaron por una etapa de bajos costos salariales, pero al mismo tiempo dedicaron (y lo siguen haciendo) importantes recursos en educación y desarrollo tecnológico. Los resultados para esos países están a la vista.


Pero bueno: suspendamos clases para que los niños puedan ver los partidos de futbol por televisión, al fin cuando los contraten de seguro les preguntarán quien anotó el primer gol del Mundial.

Publicado en:
http://www.elperiodico.com.mx/noticias/para-que-sirvio-la-apertura-comercial-44409.shtml
consultado el: 20 de junio del 2010.

viernes, 11 de junio de 2010

mercadotecnia de verano


Bien compañeros, comienza el verano y es hora de leer un poco de todo. revisemos a este autor mexicano de alto nivel: Dr. Arturo Damm Arnal.


La esencia de la empresarialidad.

Por: Arturo Damm Arnal.


I. ¿Cuál es la esencia de la empresarialidad? ¿En qué consiste, en esencia, la actividad empresarial?

Podemos considerar, en primer lugar, la coordinación de los factores de producción necesarios para llevar a cabo el proceso de producción de los bienes y servicios, pero bien vistas las cosas esa tares, más que de empresario, es la del administrador o gerente.

Podemos pomar en cuenta, en segundo término, la mejora en los procesos de producción, de tal manera que sea posible aumentar la productividad de los mismos, con el fin de hacer más con menos y, consecuencia de ello, incrementar las ganancias, pero bien vistas las cosas esa tarea es propia del ingeniero, no del empresario.

Entonces, si la tarea del empresario, como tal, no consiste en la coordinación de los factores clave de producción, que van desde la maquinaria y equipo hasta recursos financieros, tarea propia del administrador o gerente, ni en la mejora de los procesos de producción, tarea propia del ingeniero, ni en el adelanto del pago a los factores de la producción, tarea propia del capitalista, entonces, ¿Cuál es la esencia de la actividad empresarial?

II. La esencia de la actividad empresarial consiste inventar (Porque hay que inventarlas, no descubrirlas), mejores maneras de satisfacer las necesidades de los consumidores, ya sea por medio de bienes, ya de servicios, invención que coloca a los verdaderos empresarios más cerca de los inventores, que de los administradores, los ingenieros y los capitalistas, lo cual no pueda decir que una misma persona no pueda desempeñar todas esas tareas, sino que cada una de ellas (me refiero a las tareas) es distinta, siendo empresarial, estrictamente hablando, solamente la última: la invención de mejores maneras, ya sea por medio de bienes, ya sean servicios, de satisfacer las necesidades de los consumidores, lo cual me lleva a afirmar que el verdadero empresario es un benefactor del consumidor, al hacerle más fácil la satisfacción de sus necesidades, deseos, gustos y, muy importante!, caprichos (como correr todas las mañanas, en los Viveros de Coyoacán, acompañado por los tangos de Astor Piazola)

III. Inventar mejores maneras de satisfacer las necesidades del consumidor, ¿a qué me refiero? Pongo un ejemplo que conozco bien, yo cuento, en mi biblioteca, con un espacio centímetros más, centímetros menos, tres metros cuadrados de música, es decir, cedes, música que ahora un espacio de, exactamente, sesenta centímetros cuadrados, el tamaño de mi iPod, aparato que me permite satisfacer, de mucho mejor manera que el cede, mis caprichos de melómano, comenzando por la economía del espacio: de tres metros cuadrados a sesenta centímetros cuadrados, ¿y todo gracias a quién? A alguien que inventó una mejor manera de satisfacer necesidades, es decir, a un empresario (quien ha hecho posible que yo satisfaga mi capricho y corra todas las mañanas acompañado por los tangos de Astor Piazola)

IV. Es cierto, no basta , en el mundo de la empresa, con haber inventado mejores maneras de satisfacer necesidades, es decir, no basta con la tarea del empresario, como tal, como inventor de mejores bienes y servicios, haciendo falta la mejor coordinación posible de los factores de la producción (tarea administrativa o gerencial), la mejora constante de los procesos de producción, con el fin de que sean cada vez más productivos (tarea ingenieril), la aportación de capital con el fin, antes que cualquier otro, de adelantar los pagos a los factores de producción (tarea que desempeña el capitalista). No basta.

Es cierto, pero empresa que realiza adecuadamente las tareas administrativas, ingenieriles y de capitalización, y se olvida de la verdadera función empresarial -la invención de mejores maneras de satisfacer las necesidades del consumidor- es una empresa que, tarde o temprano, saldrá del mercado, desplazada por aquellas que sí se tomaron el tiempo para inventar mejores maneras de satisfacer las necesidades del consumidor, generando progreso económico, mismo que consiste en el proceso, hasta hoy ininterrumpido, por el cual lo bueno sustituye a lo malo, y lo mejor a lo bueno, siempre en beneficio del consumidor y ¡obviamente! del empresario.


Tomado con autorización de la revista Entorno.


Arturo Damm, Licenciado en Economía y Filosofía, es profesor de
la Escuela de Economía y la Facultad de Derecho de la Universidad
Panamericana. Articulista en varios periódicos y revistas y
comentarista de radio y televisión, es autor de diez libros sobre
temas de economía y filosofía, y coautor de otros cuatro.
E-mail: arturodamm@prodigy.net.mx

lunes, 7 de diciembre de 2009

Marketing Estratégico


Una de las características más útiles e importantes del marketing consiste en poder planificar, con bastante garantía de éxito, el futuro de nuestra empresa, basándonos para ello en las respuestas que ofrezcamos a las demandas del mercado, ya hemos dicho que el entorno en el que nos posicionamos cambia y evoluciona constantemente, el éxito de nuestra empresa dependerá, en gran parte, de nuestra capacidad de adaptación y de anticipación a estos cambios. Debemos ser capaces de comprender en qué medida y de qué forma los cambios futuros que experimentará nuestro entorno afectarán a nuestra empresa y de establecer las estrategias más adecuadas para aprovecharlos al máximo en nuestro beneficio.

Para ello la empresa debe establecer unos objetivos, partiendo de la formulación de qué es la propia empresa, cuál es su mercado-producto y quiénes son sus clientes. La empresa nunca debe permanecer de espaldas al mercado.

Éste es el punto de partida del marketing estratégico: la definición de la propia empresa y el negocio en el que está, el producto que vende o el servicio que presta, el mercado al que va dirigido con ese producto o servicio y a quién va dirigido.

El marketing estratégico nos sirve para que la empresa pueda aprovechar todas las oportunidades que le ofrece el entorno, superando las amenazas del mismo, haciendo frente a los retos constantes que se le presentan. Se le pide que tome decisiones en el presente pero teniendo en cuenta cómo pueden afectar nuestras acciones al futuro de la empresa, contemplando los cambios que se prevé que surjan en el entorno y aprovechando al máximo los recursos internos de los que dispone y que han de representar una ventaja competitiva clave con respecto a la competencia.

Así pues, el marketing estratégico es indispensable para que la empresa pueda, no sólo sobrevivir, sino posicionarse en un lugar destacado en el futuro. Pero la realidad creemos que nos indica lo contrario, ya que el sentido común parece no abundar en grandes dosis en el mundo de los negocios, por ello no nos debe extrañar que tan sólo el 25 por 100 de los planes estratégicos aportados por las empresas son los que se llevan a buen término.

Responder con éxito al interrogante, ¿disponemos de una estrategia de futuro?, parece ser que es difícil, ya que independientemente de que no todas las empresas se lo plantean, tiene el inconveniente de su puesta en práctica. Por ello, una de las mayores preocupaciones de los estrategas corporativos es encontrar el camino más rápido y seguro hacia la creación de valor, entendido no sólo como un resultado que beneficie a los accionistas de la compañía, sino como algo capaz de satisfacer y fidelizar a los clientes, empleados y proveedores.

jueves, 25 de junio de 2009

Desarrollar un plan de mercadotecnia identificando los conceptos fundamentales para colocar un producto o servicio en los mercados internacionales con base en la fijación de objetivos, el análisis del entorno internacional y los planes de acción.

viernes, 5 de junio de 2009

Historia de la mercadotecnia


La mercadotecnia es un proceso social de satisfacción de deseos.

Este proceso tiene sus orígenes en el hombre primitivo, cuando vivía en las cavernas y era autosuficiente. Pero poco a poco se fueron relacionando unos con otros y crearon pueblos en los que se iniciaron las primeras formas de mercado.

Los hombres se concentraban en producir lo que mejor podían hacer. Unos sembraban y otros criaban ganado de manera que intercambiaban sus productos. Pero no fue hasta 1800 cuando las empresas en Europa y EEUU comenzaron a mostrar una clara orientación hacia la producción. Dado que todo lo que se producía era consumido de inmediato, la manufactura determinaba las características de los productos. No era necesario comercializar para vender. Todo se consumía de inmediato, fuera lo que fuera lo que se producía.

El consumidor no tenía tiempo de seleccionar ni forma, ni color, sino que simplemente cogía cualquier cosa.
La demanda superaba la oferta y se creía que los consumidores preferían productos que estaban disponibles y eran costeables, y que por tanto la gerencia debería concentrarse en mejorar la eficiencia de la producción y la distribución.
A partir del año 1920, donde la capacidad de compra se redujo al mínimo, se crearon y desarrollaron productos, que luego trataban de introducirse en el mercado. Muchos de esos productos no tuvieron éxito, y otros tuvieron un éxito momentáneo. Por esta razón surgió el concepto de producto que dice que los consumidores prefieren los productos que ofrecen la mejor calidad, desempeño y características, y de que por tanto la organización debe dedicar su energía a mejorar continuamente sus productos.
Los procesos de comercialización fueron analizados por las universidades americanas, Harvard en especial, y poco a poco se ha ido desarrollando toda una serie de teorías, para asegurar el éxito de cualquier actividad comercial. Antes de año de 1950 se dio un nuevo concepto, el cual era vender que consideraba que los consumidores no compraran una cantidad suficiente de los productos de la organización, si esta no realizaba una labor de ventas y promoción a gran escala.
El concepto que dio origen al mercadeo o marketing (1950, Harvard, Teodore Levitt), fue el de orientar los productos al grupo de compradores (mercado meta) que los iba a consumir o usar.
Junto con ello se dirige los esfuerzos de promoción a las masas (‘mass marketing’) por medio de los medios masivos que comienzan a aparecer (cine, radio, televisión).
Y de aquí surge el concepto de marketing que dice que el logro de las metas de la organización depende de determinar las necesidades y deseos de los mercados metas, y proporcionar las satisfacciones deseadas de forma más eficaz y eficiente que la de los competidores.
En la actualidad, el concepto de marketing se ha dividido en otras teorías como son las de Benchmarking, marketing social, marketing global, la comunicación de marketing integrado y el merchandising.
Revisa:

viernes, 8 de febrero de 2008

Nuevas categorías para hombres más allá de metrosexual


Luego del éxito metrosexual han aparecido nuevas clasificaciones para los hombres que se han entregado al glamour o que han cabalgado con su espada en mano para defender la imagen del macho recio. Tecnosexual, ubersexual, metroemocional son sólo algunos de los calificativos que han surgido en lo poco que llevamos de siglo.

A continuación, algunas de las principales categorías:

El metrosexual: fue el primero. Es el arquetipo del hombre de este siglo. El que botó el jabón en barra y puso en su lugar uno de glicerina con extractos de avena. El creador del término es el periodista inglés Mark Simpson y su máximo representante es el futbolista inglés David Beckham. Es joven y vive en la ciudad. Tiene dinero, que gasta en peluquería, ropa, depilación y productos, como crema antiarrugas, mousse para peinar y varios perfumes.

El metroemocional: llegó en 2005, en manos de la publicista española Rosetta Corner, con el libro En busca del hombre metroemocional. Quiere olvidar la imagen del frívolo metrosexual, para ofrecernos a un hombre “amable, sensible, cariñoso, con carácter, decidido, humano, colaborador, amigo, atento, sincero, tolerante", como explica la autora. El metroemocional se hace cargo de sus sentimientos.


El tecnosexual: un nerd. Ahora lo sigue siendo, sólo que lo encubre con glamour y cuidados personales, heredados del metrosexual. Su principal característica es su interés exagerado hacia la tecnología. Tiene el último celular y notebook que han salido a la venta.

El término fue patentado por el físico y matemático estadounidense Ricky Montalvo, que se ha preocupado de difundir este estilo de hombre a través de su sitio web. Bill Gates estaría entre los embajadores de la tecnosexualidad.


El ubersexual: apareció en 2005, en el libro El futuro de los hombres, escrito por Marian Salzman, Ira Matathia y Ann O’Reilly. Ellas describieron a un hombre “de verdad, sin llegar a estereotipos negativos como faltarle el respeto a las mujeres o estar obsesionado con los deportes, la cerveza y las carnes rojas”.

También se preocupa de su apariencia, pero no cae en la vanidad del metrosexual, por lo que no utiliza cremas ni se viste con las combinaciones perfectas, aunque sí se preocupa de tener un estilo propio. Además, muestra mucha seguridad interna y le interesan las causas sociales. El vocalista de U2, Bono, lleva la vanguardia entre los ubersexuales.

El retrosexual: Mark Simpson volvió al ataque en 2003, con su artículo Beckham, the virus, en el sitio web., donde habló por primera vez del retrosexual. Éste ser aparece en respuesta al metrosexual. No quiere gastar dinero ni tiempo en su apariencia.

Generalmente, su barba está algo descuidada y se niega a utilizar cualquier tipo de producto, como cremas, astringentes o jabones hechos para el rostro. Desea devolverle al macho recio su trono masculino. Sabe bien dónde está su lugar en la sociedad, que para él es en su casa, frente a la televisión.


El vitalsexual:
son aquellos que han superado de manera positiva la crisis de los 40 años. Saben que el haber traspasado esa barrera etárea no los ha dejado olvidados en la banca, que el que quiere, puede. Entre sus características se encuentra el no temer a enfrentar los problemas que se puedan suscitar en el plano sexual.

Están dispuestos a mejorarlos, asesorándose con especialistas, ya que están muy interesados en satisfacer a su pareja en la intimidad. Esta calificación apareció, tras realizarse una encuesta telefónica a cerca de 8 mil europeos y americanos en 2005, que demostró la existencia de un tipo de hombre que está en busca de relaciones estables y de la espontaneidad entre la pareja.


El hombre alfa: es una especie de “rey de la selva”. Es el líder de la caverna, que tiene prioridad en su grupo social para elegir a una hembra (porque él no busca una mujer, menos una pareja). Es fuerte, inteligente, reservado. El hombre alfa sabe a dónde va, qué es lo que quiere y es independiente a la hora de buscar sus objetivos.

Suele estar solo, porque está convencido de que el resto no es un ganador, como él. Cuando está acompañado, entre la familia o amigos, es a él a quien le sirven primero el plato de comida, que suele contener más alimentos que los del resto de la gente.


El hombre beta: son torpes. Siempre lo han sido. En su niñez fueron disléxicos o sufrían de serios problemas atencionales. Fueron muy delgados o sufrieron de sobrepeso. Nadie podría haberse imaginado que ese niñito raro que todos molestaban en clase, iba a llegar a ser alguien en la vida. Pero lo es. Ha logrado utilizar esa debilidad de la niñez en algo que capta el instinto protector femenino y que le ha traído el éxito en su carrera.

El hombre beta es uno de los pocos afortunados que gana dinero, y mucho, haciendo las mismas cosas que hacía cuando chico o siendo igual de extraño que en su infancia. Al igual que el metroemocional, este ser llora, pero su sensibilidad está algo más a flor de piel. Es muy fiel, porque saben que es muy poco probable que otra mujer lo entienda y lo quiera tal cual es.


El heteropolitan: es otra categoría del retrosexual. Quiere ser muy macho, pero al estilo Clark Gable o Harrison Ford. Es arrogante, inteligente y aventurero. Sabe salir triunfante en cualquier situación, para luego marcharse con una sonrisa de medio lado y si es posible, guiñándole el ojo a alguna mujer que lo observa encantada.

Está convencido de que ellas se mueren por él y que todos sus defectos son realmente los mejores atributos que un hombre puede tener. Tienen algo malo en su mirada, que al parecer atraería a las mujeres. Es un galán con todas sus letras.