viernes, 11 de junio de 2010

mercadotecnia de verano


Bien compañeros, comienza el verano y es hora de leer un poco de todo. revisemos a este autor mexicano de alto nivel: Dr. Arturo Damm Arnal.


La esencia de la empresarialidad.

Por: Arturo Damm Arnal.


I. ¿Cuál es la esencia de la empresarialidad? ¿En qué consiste, en esencia, la actividad empresarial?

Podemos considerar, en primer lugar, la coordinación de los factores de producción necesarios para llevar a cabo el proceso de producción de los bienes y servicios, pero bien vistas las cosas esa tares, más que de empresario, es la del administrador o gerente.

Podemos pomar en cuenta, en segundo término, la mejora en los procesos de producción, de tal manera que sea posible aumentar la productividad de los mismos, con el fin de hacer más con menos y, consecuencia de ello, incrementar las ganancias, pero bien vistas las cosas esa tarea es propia del ingeniero, no del empresario.

Entonces, si la tarea del empresario, como tal, no consiste en la coordinación de los factores clave de producción, que van desde la maquinaria y equipo hasta recursos financieros, tarea propia del administrador o gerente, ni en la mejora de los procesos de producción, tarea propia del ingeniero, ni en el adelanto del pago a los factores de la producción, tarea propia del capitalista, entonces, ¿Cuál es la esencia de la actividad empresarial?

II. La esencia de la actividad empresarial consiste inventar (Porque hay que inventarlas, no descubrirlas), mejores maneras de satisfacer las necesidades de los consumidores, ya sea por medio de bienes, ya de servicios, invención que coloca a los verdaderos empresarios más cerca de los inventores, que de los administradores, los ingenieros y los capitalistas, lo cual no pueda decir que una misma persona no pueda desempeñar todas esas tareas, sino que cada una de ellas (me refiero a las tareas) es distinta, siendo empresarial, estrictamente hablando, solamente la última: la invención de mejores maneras, ya sea por medio de bienes, ya sean servicios, de satisfacer las necesidades de los consumidores, lo cual me lleva a afirmar que el verdadero empresario es un benefactor del consumidor, al hacerle más fácil la satisfacción de sus necesidades, deseos, gustos y, muy importante!, caprichos (como correr todas las mañanas, en los Viveros de Coyoacán, acompañado por los tangos de Astor Piazola)

III. Inventar mejores maneras de satisfacer las necesidades del consumidor, ¿a qué me refiero? Pongo un ejemplo que conozco bien, yo cuento, en mi biblioteca, con un espacio centímetros más, centímetros menos, tres metros cuadrados de música, es decir, cedes, música que ahora un espacio de, exactamente, sesenta centímetros cuadrados, el tamaño de mi iPod, aparato que me permite satisfacer, de mucho mejor manera que el cede, mis caprichos de melómano, comenzando por la economía del espacio: de tres metros cuadrados a sesenta centímetros cuadrados, ¿y todo gracias a quién? A alguien que inventó una mejor manera de satisfacer necesidades, es decir, a un empresario (quien ha hecho posible que yo satisfaga mi capricho y corra todas las mañanas acompañado por los tangos de Astor Piazola)

IV. Es cierto, no basta , en el mundo de la empresa, con haber inventado mejores maneras de satisfacer necesidades, es decir, no basta con la tarea del empresario, como tal, como inventor de mejores bienes y servicios, haciendo falta la mejor coordinación posible de los factores de la producción (tarea administrativa o gerencial), la mejora constante de los procesos de producción, con el fin de que sean cada vez más productivos (tarea ingenieril), la aportación de capital con el fin, antes que cualquier otro, de adelantar los pagos a los factores de producción (tarea que desempeña el capitalista). No basta.

Es cierto, pero empresa que realiza adecuadamente las tareas administrativas, ingenieriles y de capitalización, y se olvida de la verdadera función empresarial -la invención de mejores maneras de satisfacer las necesidades del consumidor- es una empresa que, tarde o temprano, saldrá del mercado, desplazada por aquellas que sí se tomaron el tiempo para inventar mejores maneras de satisfacer las necesidades del consumidor, generando progreso económico, mismo que consiste en el proceso, hasta hoy ininterrumpido, por el cual lo bueno sustituye a lo malo, y lo mejor a lo bueno, siempre en beneficio del consumidor y ¡obviamente! del empresario.


Tomado con autorización de la revista Entorno.


Arturo Damm, Licenciado en Economía y Filosofía, es profesor de
la Escuela de Economía y la Facultad de Derecho de la Universidad
Panamericana. Articulista en varios periódicos y revistas y
comentarista de radio y televisión, es autor de diez libros sobre
temas de economía y filosofía, y coautor de otros cuatro.
E-mail: arturodamm@prodigy.net.mx

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